[Original] Hitomaru
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[Original] Hitomaru
Hitomaru es el nombre del protagonista de esta historia, un chico que poco a poco va descubriendo sus poderes, hasta el punto de darse cuenta que juega un importante papel en todo lo que ocurre en su mundo.
Prólogo:
Prólogo:
- Spoiler:
- Comienza un día más en las tierras de Ubante, un pacífico territorio dentro de un país consumido por las guerras internas. Cuando apenas ha aparecido el sol, una joven da a luz a un niño. Su madre le da el nombre de Hitomaru justo antes de dejarlo en manos de otra mujer, un poco más mayor que ella y que responde al nombre de Mara. Rápidamente, Mara y un hombre llamado Huro, se alejan de Ubante en dirección este.
Al día siguiente del nacimiento, una tropa del ejército llega a Ubante, bajo el mando del hijo del rey, el principe Kato, y exigiendo la presencia de la mujer que fuese a dar a luz. Al descubrir que el niño ya había nacido y que no estaban dispuestos a decirle donde se encontraba, Kato ordenó la retirada.
Los aldeanos no se lo creian, Kato, conocido por su terrible sed de destrucción les había dejado tranquilos. Ubante volvía a respirar tranquila, hasta unos días después.
La alarma había saltado, desde el noreste avanzaban las tropas de Arken, uno de los enemigos del rey. Cuando las tropas llegaron a las tierras de Ubante, las tomaron como campamento obligando a los aldeanos a darles todo el alimento que tubiesen. A pesar de que las tropas de Arken no solían quedarse en el mismo campamento demasiado tiempo, en esta ocasión permanecieron varias semanas como si esperasen algo. Y finalmente la espera terminó, para desgracia de todos.
Las tropas de Arken habían recibido información sobre el avance de una de las tropas del rey con el objetivo de llegar hasta el castillo de Arken, y lo más importante, el mismisimo rey las dirigía. Las tropas de Arken lograron por fin comprobar que era cierta la información, delante de ellos se encontraba el rey, el dueño y señor de todo el país, protegido por una sola tropa. Los soldados de Arken esperaron a que las tropas del rey pasaran por el pueblo para abastecerse, y en ese momento atacaron, pero ellos no fueron los únicos, de las montañas que rodeaban el pueblo, salieron numerosos soldados del rey. La batalla fue dura, y se llevó consigo las vidas de numerosos soldados y del mismisimo rey. A su vez, la villa de Ubante, víctima de la batalla, desapareció.
La noticia de la muerte del rey recorrió rápidamente el país, pero esa no fue la mayor preocupación de una pequeña familia que vivia ahora en el este. Mara y Huro, intentaban consolarse por la destrucción de la villa que les vio nacer, ahora su camino era totalmente irreversible.
Capítulo 1
Capítulo 1: Comienzo
- Spoiler:
- 15 años después.
Un carro avanza hacia la villa de Aquirón mientras los distintos aldeanos continuan con sus tareas. Las casas, construidas de paja, madera y piedra, dan la apariencia de un muro blanco en mitad de un desierto de cereales. Y en cierto modo así era, un muro, ya que la villa fue contruida para frenar el avance enemigo durante las antiguas guerras.
Por fin, el carro alcanzó la villa y llegó hasta la plaza donde se encontraba el mercado. Una mujer y un adolescente bajaron del carro y en poco tiempo lo transformaron en un puesto más del mercado.
- Señora Mara, se la echaba en falta. Hoy a tardado bastante en venir.
- Es culpa de mi marido. Se le había olvidado arreglar el carro ayer, así que esta mañana…
- Lo supongo, sí. Por cierto, veo que ha renovado el repertorio de herramientas.
- Asi es. ¿Quiere alguno?
Mara y Huro eran herreros y se dedicaban a la venta en varios de los mercados de la región. Ella solía encargarse de las ventas con la ayuda de Hitomaru. Huro, por su parte, se encargaba de crear los utensilios y herramientas que vendían, a la vez que se encargaba del cuidado de la casa.
- ¡Hitomaruuu!
- Be… Bell
Bell era una amiga de Hitomaru, se conocían desde niños, pero últimamente Hitomaru la veía con ojos diferentes.
- ¿Te pasa algo?
- ¡NO! No me pasa nada
- Señora Mara, puede Hitomaru venir con nosotros
- Claro. Hoy no es un día de mucho trabajo así que no importa que me quede sola.
- Pues entonces me voy, Mara.
Mientras avanzaban hacia lo que conocían como el refugio de su pandilla, Bell le recriminó a Hitomaru como muchas otras veces.
- Deberías decirla “madre” o “mama”, ya sabes que no es de buena educación por aquí.
- Pero tú también sabes perfectamente que Mara no es mi verdadera madre.
- Lo se, lo se, tu madre murió cuando naciste, y ella y Huro se encargaron de tí desde entonces, pero ella es quien te ha criado, asi que en cierto modo es tu madre.
- Olvidemoslo, además, de donde venimos se suele llamar a la gente por su nombre aunque sean tu familia.
- Siempre dices lo mismo, pero sigues sin saber como se llama ese lugar del que vienes ni mucho menos donde está.
Hitomaru no pudo evitar sonreir para darla la razón, ya que era una lógica más fuerte la de Bell que la suya. Entre tantas palabras por fin llegaron al refugio del grupo de amigos, casi todos estaban allí. Estaba Roger, un muchacho de 16 años que fanfarroneaba de ser el más fuerte, su hermana Clara de 14, muy tímida y a la que todo el mundo distinguía por su cuidado cabello, tan blanco como las nubes y tan largo que la tapaba todo el cuello. A su lado se encontraba Satoshi, un chico de la misma edad que Hitomaru, Rose, de 16 y la mejor amiga de Bell, y Max, el más callado de todos y que cumpliría 15 en menos de un mes. Sin embargo, Hitomaru notaba la falta de otro miembro del grupo.
- ¿Dónde esta Kuso?
- No lo sabemos, pero seguramente esté otra vez corriendo de miedo por cualquier tontería. - Respondió Roger, ya que Kuso siempre tenía miedo de algo a pesar de ser más fuerte que Roger, la verdad es que Kuso era paranoico.
- Seguramente, pero incluso asi es demasiado tarde como para que no esté aquí.
- ¿Y tú? - una pregunta tan directa solo podía proceder de Max.
- El carro estaba roto y tubimos que arreglarlo por la mañana. Pero el caso de Kuso es diferente, el vive cerca de aquí, realmente creo que tiene que haberle ocurrido algo.
- Tranquilo, parece que ahi viene - dijo la observadora Rose -. Pero está más asustado que de costumbre. ¡KUSO!
Rose salió rápidamente hacia Kuso que había caido al suelo, y al poco la siguieron todos los demás.
- ¿Qué te ocurre gallinita? ¿Acaso es que has visto un ratón o es que has…?
- ¡Ya basta! - Rose le recriminó a Roger. Ella siempre le protegía a Kuso de las burlas del autoproclamado “lider” del grupo.
- Solo estoy diciendo la verdad.
- Lo que haces es burlarte de él.
- Piensa lo que quieras.
- Es…esta vez e…es algo muy terrible.
- Ohh. ¿De veras?
- ¡ROGER!
- Tran…tranquila - Kuso tomo aire y continuó hablando -. Esta vez es algo terrible de verdad. No, no puedo explicarlo, es mejor que vengais a verlo vosotros mismos.
Tras esto, Kuso salió corriendo y todos le siguieron. Al cabo de un rato llegaron a un descampado. Todo parecía normal, salvo por un detalle, en el centro del descampado se encontraba un pequeño yunque, y como si siempre hubiese estado allí, el musgo la cubría por todos lados.
- Lo veis, ya os decía que era una tontería, no es más que un viejo yunque.
- Pero hermano, aquí nunca ha habido nada.
- Cierto - afirmo Satoshi junto a una callada aprobación de Max.
- Pues la habrán traido, las cosas no aparecen de la nada, yo que sé - Roger se cabreó como siempre que descubría que perdía la razón.
- Pero esto no era lo que ví, bueno mejor dicho vi algo más, lo que me asustó de verdad.
- ¿Y que fue?
La cara de Kuso se giró hacia Rose y el resto del grupo.
- DEMONIOS
Todos se quedaron de piedra, los demonios no habían pisado esas tierras desde hacía años, pero Kuso nunca los confundiría con otras cosas, ya que mantenía en su memoria la última vez que aparecieron. En esa ocasión se fueron sin matar a nadie, pero quemaron varias casas entre las que se encontraba la de Kuso.
- ¿De…demonios?
- Sí, Clara, demonios. Había tres, dos eran pequeños y sus caras parecían lagartijas, pero el otro medía por lo menos dos metros y vestía ropa humana, pero sus ojos similares a los de una serpiente, parecía que fuesen a lanzar llamas en cualquier momento.
- Y porque nos avisas ahora, tendrías que haberlo dicho en el refugio, hay que avisar al pueblo.
- No me hubieses creido, Roger, ni tú ni nadie.
- Esto… - Roger se quedo con callado, a la vez que agachava la cabeza. El razonamiento de Kuso era totalmente correcto -. Pero… pero si eso fuese cierto, aquí tendría que haber alguna prueba ¿no crees Hitomaru? ¿Hitomaru?
Hitomaru no había seguido la conversación, él se encontraba parado frente al yunque. Roger se le acercó y quedó perplejo al ver que la cara de Hitomaru se había quedado blanca como si hubiese visto un fantasma.
- ¿Qué te pasa? - preguntó una sorprendida y asustada Bell
Hitomaru señaló un símbolo que había en el yunque. El símbolo era algo dificil de explicar, la parte superior eran como dos cuchillas o más bien dos alas que se juntaban en la parte inferior del símbolo donde formaban una especie luna con las puntas hacia abajo. Bell se quedó petrificada, ella ya había visto ese símbolo, al igual que los demás aunque no parecían recordarlo ahora. Hitomaru se levantó la manga derecha hasta casi llegar al hombro, allí se encontraba el mismo símbolo en una marca de nacimiento que no debería tener ningún significado.
Capítulo 2
Capítulo 2: ¿Qué significa?
- Spoiler:
- Todos miraron atónitos la marca del hombro de Hitomaru, no había ninguna duda, era exactamente igual a la que había en el yunque. Intentando averiguar si ambos signos estaban relacionados, comenzaron a mirar por el misterioso yunque y sus alrededores en busca de algo que les diese la solución.
Nada.
No encontraban nada que les aclarase las cosas, y nada que diese a entender que los demonios habían estado allí. Finalmente Roger decidió retomar su papel de líder que él mismo se otorgó, y convenció al resto de que la similitud entre ambos símbolos era simple coincidencia, tras lo que el grupo volvió a la villa. Sin embargo, Hitomaru seguía dudando y Kuso no podía quitarse su cara de terror, que se le quedó tras ver a los supuestos demonios.
Ya en Aquirón, el grupo avisó a los guardias de la villa, pero como ya dijo Kuso, nadie les tomó en serio, así pues llegó el mediodía. A esas horas todos volvían a sus casas para comer, y Hitomaru abandonó al grupo para ir con Mara. Ya en el carro y de vuelta a casa, Mara notó algo raro.
- ¿Te pasa algo, hijo? - le preguntó.
Hitomaru sobresaltado, respondió intentando ocultar su preocupación – A mi… no, nada… no me pasa nada.
- A ti te pasa algo – dijo Mara, insistiendo en obtener respuestas - ¿acaso es una chica? ¿es Bell?
Hitomaru se sonrojó – No… bueno… sí, pero no… no es eso… no exactamente…
Mara no sabía que decir, nunca había visto a Hitomaru de esa forma, pero estaba segura que la preocupación de este era solo cosa de la juventud, así que solo pudo sacar una gran sonrisa que puso a Hitomaru aún más sonrojado.
El carro siguió avanzando y pronto se vislumbraba la casa de Mara y Huro, una pequeña vivienda en la cima de una minúscula colina rodeada de un pinar, construida sobre las antiguas ruinas de un antiguo centro de mando que fue destruido durante la guerra, la casa mantenía unas pocas piedras de ese edificio en la base de su estructura, mientras que el resto estaba construido con paredes de madera. Al lado de la casa estaba otra estructura de la que constantemente salía humo, esa era la pequeña forja en donde realizaban los utensilios que luego vendían en el pueblo, una caseta de adobe con una gran chimenea.
Mara terminó de preparar la comida que ya había comenzado a preparar Huro, y la sirvió en la mesa.
- ¿Qué tal el día Hito? - así le gustaba llamarle a su hijo sabiendo lo poco que le gustaba eso, sin embargo, a Hitomaru no parecía importarle ahora, de forma que Huro se preocupó. - ¿Estás bien? Normalmente ya estarías gritándome “¡No vuelvas a decir Hito!”.
Hitomaru levantó la cabeza y miró a Huro y Mara, y les contó lo sucedido, y antes de llegar a lo del símbolo Huro le interrumpió. - Bueno, hijo, no hay nada de que preocuparse, la villa y esta región en general no tienen nada que interese a los demonios ni ningún país, así que seguramente Kuso se confundió, vio algo y le parecieron demonios, pero nada más.
- Eso pensábamos, pero el yunque tenía un símbolo…
- Eso no significa nada, muchos herreros dibujaban una marca en sus yunques y… - Hitomaru no le dejó terminar.
- El símbolo era igual al que tengo en el hombro. - Mara se asustó y cayó su plato, y Huro se quedó de piedra.
- Hijo… eso… eso no tiene nada que ver, es simple… coincidencia… eso es, una simple coincidencia, ¿verdad, cariño? - Huro y Mara intentaban tranquilizarse, pero su forma de actuar lo decía todo y Hitomaru que desconocía completamente su pasado y quienes eran sus verdaderos padres, estaba dispuesto a averiguar por qué actuaban así.
Hitomaru les pidió que le dijesen de donde venía el símbolo, y que si no lo hacían el mismo buscaría las respuestas aunque tuviese que irse de la región para descubrir su pasado.
Mara y Huro se asustaron, y comenzaron por contarle como nació.
Según contaban la historia, Hitomaru se sentía cada vez más afectado, su pueblo, su origen, ya nada quedaba de eso, todo había sido destruido durante la guerra. Sin embargo, esto no le hizo olvidar que su verdadero objetivo era descubrir el significado del símbolo de su hombro.
Huro continuó su historia – Tu padre se llamaba Kálzar, él llegó a Ubante durante el tiempo de paz, él era hijo de un importante, violento y poderoso señor, pero había abandonado su patria en busca de un lugar tranquilo donde vivir. Después de que tus padres se casasen y tu madre quedase embarazada, una carta del país de Kálzar le exigía volver para defender sus tierras. Lo último que supimos de él es que murió antes siquiera de llegar a su país. El símbolo que tienes también lo tenía tu padre, así que si hay alguien en el mundo que pueda explicarte todo sobre esa marca ese sería tu abuelo, pero él es un ser agresivo y temible, a la par que peligroso.
Hitomaru insistió en que no le importaba eso, y que si ellos no le daban una respuesta se iría en busca de ese violento personaje que resultaba ser su abuelo, y que era el único familiar directo que le quedaba. Justo cuando Huro se disponía a hacerle entrar en razón una sombra cruzó la estancia hacia ellos a una gran velocidad.
De forma casi instantánea Huro agarró a Mara y a Hitomaru, y los alejó de la mesa justo antes de que esta acabase convertida en astillas. Cuando el polvo del violento golpe se disipó, comenzó a verse una figura en el lugar que antes ocupaba la mesa. Una persona tapada hasta la cabeza dejando que solo se le viesen los ojos, había golpeado la mesa con una gran espada que blandía con ambas manos. Huro recogió rápidamente un gran cuchillo y se lanzó hacia el invasor. Hitomaru quiso decirle que se detuviese, que no tenía posibilidades, pero la cara de su padre adoptivo había cambiado totalmente, en donde antes estaba la cara de un amable herrero se encontraba una fría mirada que provocaría el miedo al más valiente guardia de la villa. El invasor alzó su enorme arma y la soltó hacia Huro, pero este la esquivó con una facilidad asombrosa, tras lo que con un certero golpe con el que desarmó al enemigo para después atraparle con una poderosa llave.
- ¿Quién te envía? - le preguntó, pero antes de que su oponente respondiese, Huro lo soltó justo antes de que otra misteriosa figura lanzase un ataque contra él.
- Nunca pensé que fueses tú – dijo el nuevo personaje -, Huro es un nombre poco común pero sigo sin creer que estés involucrado con nuestro objetivo.
- Y yo que pensaba que erais simples mercenarios, nunca imaginé que llegarían a contrataros, pero dime ¿cual es la misión? ¿y quién os paga?, Del-Krin.
- Como bien recordaras nosotros solo cumplimos con el objetivo y no sabemos quién lo encarga, solo el Consejo lo conoce. Pero nuestro objetivo es bien claro…
- Qué haces, Del-Krin – le avisa el primer enemigo -, se supone que es nuestro enemigo.
- ¿No lo sabes?, este hombre donde le ves fue un antiguo miembro de nuestra organización, uno de los más sanguinarios y peligrosos asesinos, Huro el Señor de las Armas.
¿Un asesino?, Hitomaru era incapaz de creer lo que oía, ¿su padre adoptivo fue un asesino?, eso tenía que ser del todo imposible. El hombre amable, trabajador, cariñoso y pacífico que era Huro, de ninguna manera podría ser un asesino sanguinario. Pero el nuevo aspecto de su padre, le decía lo contrario, le mostraba un personaje temible, rápido y habilidoso con las armas. Pero porqué…
¿Qué significa todo esto?
Capítulo 3
Capítulo 3: El pasado que retorna
- Spoiler:
- El Señor de las Armas, un apodo casi olvidado, pero que fue famoso años atrás. El Señor de las Armas era un temible asesino capaz de blandir cualquier arma por extraña o aparatosa que pudiese resultar. Al mismo tiempo el Señor de las Armas no necesitaba de herreros que le proporcionasen su material de batalla, sino que él mismo lo realizaba con una precisión y una calidad espectacular. Durante años, el conocido como Señor de las Armas formó parte de una de las organizaciones criminales más antiguas y famosas de la historia, la Sociedad de la Luna, un gran grupo de asesinos, ladrones y espías que bajo una estricta jerarquía cumplían distintas misiones al servicio del mejor postor.
Del-Krin le contó sobre el supuesto pasado de Huro a su compañero, ante el asombro de este, que era incapaz de creerlo.
- Un asesino de nuestra organización…
- No un asesino cualquiera, “Gigante”, sino uno de los mejores que ha tenido nuestra organización. Si lo hubieses querido podrías haber llegado a ocupar un puesto dentro del Consejo, Huro.
- Abandone la organización por ciertas razones, pero sigues sin responderme a la pregunta ¿cuál es tu objetivo? - preguntó furioso, Huro, esperando que la respuesta no fuese la que esperaba.
- Como he dicho, nuestro objetivo esta muy claro. Nuestra misión consiste únicamente en matar a ese chaval que está detrás tuyo.
- ¿Matarme? - Hitomaru no podía creerse lo que oía; la más temible organización criminal del mundo le tenía en su lista negra. ¿Qué había hecho para merecerse tal destino? En toda su vida nunca había salido de ese pueblo, en toda su vida solo había vivido como cualquier otro chico de su edad, en toda su vida no había nada que hubiese hecho para que nadie quisiese eliminarle; y con tan solo 15 años su vida podría haber llegado a su fin.
Huro no lo dudó por ningún instante, y demostrando el porqué de su antiguo nombre, agarró la espada de su primer rival y tras noquearle con un golpe seco en el estómago, se dirigió hacia Del-Krin. Una encarnizada lucha comenzó, hasta que Huro logró sacar a Del-Krin de la casa para continuar la pelea en el exterior. Fue en ese instante cuando Del-Krin dio un gritó - ¡¡”Lince” adelante!! - y un nuevo asesino surgió de entre los árboles para adentrarse en la casa, mientras Huro tenía que hacer frente a Del-Krin, sin poder auxiliar a su familia.
El nuevo individuo entró en la casa portando una especie de katana, y esperando un rápido desenlace atacó a Hitomaru sin prestar atención a lo que ocurría alrededor. En ese momento, Mara lanzó un plato a las piernas del asesino provocando que cayese al suelo, pero este se levantó rápidamente y con una gran furia se lanzó hacia Mara para devolverla el golpe, de esta forma volvió a caer en el mismo error, y en esta ocasión fue Hitomaru quién, con una vara de hierro detuvo la espada del tal “Lince”.
- ¡Maldita sea! - gritó furioso “Lince” - primero la mujer y ahora la presa… ¿Os creéis que vais a detenerme? ¡NO PERMITIRÉ QUE NADIE SE INTERPONGA EN MI CAMINO! - gritaba mientras se lanzaba contra Hitomaru, lleno de ira - ¡No importa que es lo que hagas! Ningún niñato como tú podrá detenerme, ningún criajo podrá evitar que consiga superar esta misión, nadie podrá detenerme ahora……
Con la fuerza lléndosele por la boca, “Lince” asestaba numerosos golpes que eran pararos por Hitomaru tan bien como le era posible. En esos momentos, Hitomaru agradecía que su padre le hubiese entrenado en el uso de algunas armas, pero también sentía rabia por no haber prestado suficiente atención durante esos entrenamientos. “Lince” era claramente un rival duro, pero tan descontrolado por la ira que pasaba a ser un rival sumamente sencillo para cualquier guerrero, pero Hitomaru no es un guerrero, así que lo que fuese fácil para unos a él le resultaba difícil de detener, pero sin llegar a ser una presa sencilla a la que matar.
Mara intentó ayudar a Hitomaru, pero “Lince” aprovechó para golpearla de tal forma que la dejó fuera de combate, pero sacrificando un poco de su ventaja sobre Hitomaru, aunque no tanta como este desearía. Rápidamente “Lince” recuperó su ventaja y finalmente lazó un duro golpe contra su víctima.
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Huro y Del-Krin continuaban su dura lucha en el exterior. Huro seguía enormemente preocupado, pero mantenía la esperanza de que Hitomaru recordase sus entrenamientos, y parecía que el ruido de golpes le permitía seguir creyendo que así era. Al mismo tiempo, y por el contrario que Huro, Del-Krin que había comenzado la batalla pensando en la rápida victoria de su subordinado comenzó a preocuparse. Conocía mejor que nadie las habilidades de la persona que se ocultaba bajo el nombre en clave de “Lince” y sabía que si se dejaba llevar por la ira podría convertir una victoria fácil en una rápida derrota.
Del-Krin no podía permitirse ningún fallo en la misión, pero a pesar de que Huro hubiese estado retirado durante años, seguía siendo un durísimo rival que no le dejaba avanzar. Años atrás Huro hubiese ganado con gran facilidad, pero su cambio de vida le había vuelto más débil mientras que Del-Krin había aumentado sus habilidades y su fuerza, así pues ambos estaban igualados ahora, y un simple golpe podría decantar la victoria a uno u otro lado.
Golpe tras golpe el combate de los cuatro seguía avanzando mientras el tiempo pasaba. A medida que pasaban los minutos, Huro ganaba confianza sobre su hijo y Del-Krin aumentaba su preocupación, así pues la terrible lucha comenzaba a decantarse hacía un lado en particular. Huro golpeó la mano de su rival, provocando que perdiese su arma, y en ese momento y dejándose llevar su antiguo yo, aprovechó para acabar con él.
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Hitomaru había detenido la espada de “Lince” con gran dificultad, pero detenida al fin y al cabo. Sin embargo, ya nada podía hacer salvo intentar frenar el ataque, pues la katana de “Lince” y la vara de Hitomaru permanecían la una sobre la otra oprimiéndola a cada segundo que pasaba en un decidido ataque para ganar a cualquier precio.
“Lince” demostraba ahora que tenía más fuerza y conseguía ganar poco a poco terreno sobre su presa. Las manos de Hitomaru comenzaban a temblar ligeramente, a causa de la presión, provocando una cara de alegría en su oponente.
El tiempo pasaba y cada vez era más obvia la victoria de “Lince”, poco a poco, milímetro a milímetro, ganaba terreno con su katana y Hitomaru comenzaba a desesperarse, veía su muerte más cercana que nunca, hasta el punto de que sus brazos cedieron finalmente y perdió toda esperanza de sobrevivir.
Un golpe seco y definitivo, pero nada era como cabría esperar, pues la katana de “Lince” había sido detenida por una tercera figura.
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La muerte hubiese sido decisiva de no ser por un pequeño detalle, Del-Krin había recurrido a una pequeña navaja que siempre llevaba para clavarla en el brazo derecho de Huro en el último momento, obligándole a soltar su arma y salvando la vida.
Ahora ambos estaban heridos, uno no podía andar con facilidad mientras que el otro no podía usar su brazo derecho, lo que le impedía usar un arma tan grande como la que había obtenido del ahora inconsciente “Gigante”.
Del-Krin se lanzó como malamente pudo contra Huro e intentó acuchillarle, pero su ataque fue detenido para alegría de Huro.
Una enorme silueta de unos dos metros de alto era la causante, Del-Krin que le miraba con rabia, cambió rápidamente su cara hasta llegar a la preocupación. La cara que observaba no era tan humana como cabría esperar y sus terribles ojos de serpiente no hacían más que complicar el razonamiento. Un demonio.
Un demonio, el mayor problema que podría surgir en una misión ahora estaba frente a él.
De pronto, un terrible grito de terror salió de la casa, era “Lince” el causante, pues otro demonio un poco más pequeño que el primero había detenido su ataque. Era la primera vez que veía una criatura así, con la cara de una lagartija, el nuevo demonio parecía no preocuparse demasiado por el asesino.
Del-Krin estaba entre la espada y la pared, o más bien solo entre dos espadas, las posibilidades de escapatoria eran prácticamente nulas. Un demonio ya era complicado de por sí, dos complicaban mucho las cosas, y si además estaba herido frente a uno de los más peligrosos asesinos de la historia, la situación resultaba ser de lo peorcito. Pero como bien se dice, la esperanza es lo último que se pierde, y finalmente una pequeña brecha parecía abrirse entre tantos peligros, el inconsciente “Gigante” se estaba despertando del golpe, en ese momento Del-Krin le gritó ¡Retirada!, y como si nunca hubiese estado inconsciente, “Gigante” se levantó con gran rapidez, agarró a “Lince” y salió a gran velocidad hacia Del-Krin, y tras recogerle con su otro brazo pegó un gran salto y se adentró en el bosque.
“Lince” volvía a estar lleno de ira, su presa había sobrevivido, su primera misión como asesino y había fracasado, no le importaba que fuesen demonios, su derrota solo hacía que aumentar su ira y solo podría calmarse cuando lograse vencer a Hitomaru, al que desde entonces se puso como objetivo.
Del-Krin era consciente de la derrota, pero estaba justificada, la aparición de demonios no venía en el contrato. De haberlo sabido se hubiese encomendado la misión a un grupo más especializado e incluso puede que hubiese sido rechazada, ya que el grande no parecía un simple demonio de tercera, sino más bien un alto demonio de gran poder, algo seguramente fuera del alcance de muchos guerreros humanos.
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Un tercer demonio apareció. Kuso tenía razón, los demonios habían llegado a la villa, ¿pero con qué intenciones?
Generalmente se les tomaría como algo malo y peligroso, pero les habían salvado, y Huro parecía tranquilo al verles.
- Cuanto tiempo, Huro. - dijo el ojos de serpiente.
- Lo mismo digo, Shissuss - le respondió Huro -. Realmente pensaba que este momento nunca llegaría, y aunque sepa porqué venís, me alegro de que halláis llegado en este momento, pero te hubiese agradecido que llegases antes.
Tras tranquilizar a Hitomaru, Huro le explico la situación. Shissuss y los otros dos demonios eran dos antiguos representantes del protector de las tierras de Ubante, y les conocía desde niño, pues pese a haber sido un asesino durante varios años, Huro era natural de Ubante al igual que Mara, y siempre se mantuvo fiel al protector de su tierra natal.
Hitomaru, furioso les exigió una explicación, si esos demonios eran siervos del protector de Ubante, porqué dejaron de proteger la villa cuando más lo necesitó, porqué permitieron su destrucción.
Huro se entristeció, y le contó el resto. Poco antes de que la guerra llegase a Ubante, el abuelo de Hitomaru les envió una carta dos semanas antes de que este naciese. La madre natural de Hitomaru debía dejarlo bajo el cuidado del más fuerte de la villa, que en esos momentos era Huro, y después deberían abandonar las tierras hacia cualquier lugar pacífico y sin recursos ni lugares de interés para las distintas naciones, de tal forma que evitasen los lugares que podrían verse afectados por las guerras. A su vez, la carta insistía en que los representantes del guardián de Ubante regresasen con su señor para defender sus propias tierras que se encontraban al borde de la destrucción.
Hitomaru seguía sin entenderlo todo, vale que los guardianes volviesen para proteger sus propias tierras, pero ¿quién era su abuelo para tomar esa decisión?
La respuesta de Huro fue decisiva. El guardián de Ubante, el señor de esos demonios, era su abuelo.
Capítulo 4
Capítulo 4: Discusión
- Spoiler:
- La sorpresa de Hitomaru fue de esperar, su abuelo, ese hombre que según Huro era violento, agresivo y poderoso, también fue el protector de las desafortunadas tierras de Ubante. A los ojos de Hitomaru, había algo que no encajaba.
Les preguntó a sus padres sobre porqué decían que ver a su abuelo podría resultar peligroso. La respuesta no se hizo esperar pero no fueron sus padres, sino Shissuss, quién la pronunció.
- Tu abuelo, mi señor, al ser un importante líder tiene gran número de enemigos, por eso el viaje hasta él puede resultar peligroso.
- Solo estar aquí parece que ya es peligroso para mi – se quejó -. Por si no lo recuerdas, han intentado matarme, demonio.
La serpentina mirada de Shissuss se volvió terrible, la forma en que Hitomaru había dicho “demonio” le resultó sumamente molesta, sin embargo recuperó pronto la compostura y siguió con su explicación.
- Esos que venían a matarte seguramente hayan sido contratados por alguno de los enemigos de mi señor. Desafortunadamente no podemos saber quién les envió, pero el solo hecho de que te atacasen a ti en particular seguramente le dé alguna idea a mi señor.
- Mi señor esto, mi señor aquello… ¿Por qué no dices su nombre de una vez?
- Lo tenemos prohibido.
Esta respuesta dejó perplejo a Hitomaru. ¿Prohibido? Según Shissuss no podían decir su nombre a Hitomaru, hasta que él mismo no llegase hasta donde residía su abuelo.
Huro y Mara se sobresaltaron, justo había llegado el momento que menos deseaban que llegase. Estaba claro que Shissuss y sus compañeros no habían pasado por ahí de casualidad, había sido el abuelo de Hitomaru quién les enviaba para llevarse a su hijo con ellos. Huro, furioso comenzó a gritar - ¡No permitiré que ese viejo bastardo, incapaz de defender la aldea que tanto le sirvió, se lleve a mi hijo!
Shissuss se giró hacia él - ¿Viejo bastardo? Parece que has perdido los modales hacia tu legítimo señor.
Huro, incapaz de contenerse, golpeó la pared con tal fuerza que las ventanas temblaron, mientras seguía gritándole – ¿Legítimo señor? Yo juré lealtad a un protector, a un ser que daría todo por defender las tierras que le servían, pero perdió mi respeto cuando abandonó Ubante a su suerte. Nuestros familiares y amigos, todos murieron pasto de la guerra, a causa del abandono que nos “regaló” tu señor.
Shissuss, como demonio sería incapaz de sentir nada por la muerte y destrucción de un grupo de humanos, pero Ubante era algo diferente, ellos protegieron la villa durante siglos, sus habitantes les daban cobijo y carne de sus mejores cabezas de ganado para alimentarles, así que de alguna forma les cogieron un poco de afecto, el suficiente para que no les pasase desapercibida su perdida, pero menos del necesario para sentir verdadera pena por sus muertes. Así pues, Shissuss comprendía que un humano como Huro se sintiese así, y dejó de atacarle con sus palabras.
Sin embargo, su misión era clara, debían guiar a Hitomaru hasta su señor, y el último ataque no hacía sino acelerar las cosas. Sus enemigos ya conocían el paradero y la identidad del nieto de su señor, y no pararían hasta acabar con él.
Finalmente Hitomaru decidió intervenir, y para desamparo de sus padres adoptivos, decidió ir a ver a su abuelo, para obtener las tan ansiadas respuestas. Huro y Mara nada pudieron hacer ya, sabían que ni siquiera allí estaba a salvo y que si lograba llegar donde su abuelo, al menos podría obtener alguna oportunidad.
De esta forma el día iba terminando; Hitomaru ya había preparado sus cosas para el viaje y cuando se despidiese de sus amigos, dejaría la villa para irse en busca de respuestas.
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La noche no fue tan tranquila como cabría esperar, Hitomaru tenía una pesadilla, algo que no le sucedía desde hacía años, pero ahora además era más extraño. En la pesadilla aparecía una gran serpiente que le atacaba, justo tras devorarle el vientre de la misma se convertía en un brillante manto de estrellas y unas extrañas figuras voladoras como si de pájaros se tratasen se atacaban entre sí en una dura batalla donde todos terminaban por caer muertos, finalmente junto con ellos Hitomaru también caía hacia el vació, hasta que la caída era frenada por la enorme boca de una gigantesca criatura, de aspecto más terrible que el de los mismísimos demonios. En ese instante todo terminaba, el sudor frío provocado por la pesadilla le había despertado, y sin poder olvidarla, tardó varias horas en volver a dormir.
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El sol surgía como cada mañana e iluminaba ligeramente la casa. Huro se despedía de Hitomaru, no sin antes darle una pequeña espada y un escudo para que pudiese defenderse en caso de peligro. Mara cargaba todo para la venta en el pueblo, además del equipaje de su hijo, y al poco partieron madre e hijo hacia Aquirón, donde Shissuss les esperaba y donde Hitomaru diría adiós a sus amigos.
Capítulo 5
Capítulo 5: Amigos para siempre
- Spoiler:
- Antes incluso de que los rayos de sol comenzaran a iluminar los campos de cereal, Aquirón ya estaba despierta.
Bell ya hacía rato que se había levantado y estaba ayudando a su madre con las tareas, su padre había muerto hacía cosa de dos años a causa de una rara enfermedad y desde aquella tragedia ambas se encargaban de las tareas del hogar y los trabajos del campo. Sin embargo, esta mañana Bell no estaba tan concentrada en las tareas como de costumbre, la preocupaba que Hitomaru no hubiese aparecido en toda la tarde de ayer, cuando normalmente él cogía uno de los caballos jóvenes y bajaba hasta la villa. Desafortunadamente lo único que podía hacer era esperar.
Al cabo de un par de horas, el carro de Mara apareció por el horizonte. Bell, al verlo se tranquilizó, pero sentía la enorme necesidad de preguntarle a su amigo, qué era lo que le había pasado para no aparecer en toda la tarde del día anterior, por lo que tras despedirse de su madre corrió a su encuentro.
Al llegar hasta donde paraba el carro, Bell descubrió que no era la única que había estado preocupada, ya que todos los amigos estaban también allí. Bell se acercó e intentó hacerse escuchar, pero entre el resto del grupo y los clientes de Mara, resultaba muy complicado lograrlo, parecía que todos estuviesen más alterados que de costumbre. Entonces lo vio, parece que nadie se había fijado pero Hitomaru tenía una mochila justo detrás de su asiento del carro; Bell no podía creérselo, pero no había otra explicación, Hitomaru se marchaba quién sabe por cuanto tiempo. No pudo esperar más - ¿A donde te vas?
Realmente ninguno había visto la mochila, o al menos no habían llegado a su misma conclusión porque todos ellos se quedaron perplejos mirándola, salvo Hitomaru que solo pudo agachar la cabeza esquivando su mirada como podía. Todos volvieron la mirada a Hitomaru y este se explicó.
- No sabia como comenzar, la verdad…
- ¿Es que es verdad? - preguntó Satoshi
Hitomaru asintió la cabeza sin poder soltar palabra, ante lo que Roger no pudo contenerse – ¡Ni hablar! ¡¿Como demonios se te ocurre decir que vas a irte?! ¿Donde vas? ¿Con quién? ¿Para qué? ¿Por….?
- ¡Basta ya Roger! - le recriminaron Bell y Clara.
- No puedo daros muchas explicaciones, lo único que puedo decir es que voy muy lejos de aquí, ni siquiera tengo claro donde exactamente… - se rió – pero la razón es a causa de mi abuelo, Mara y Huro me han contado algunas cosas sobre mi pasado y creo que el resto de la historia tendrá que contármela mi abuelo. Lo único que puedo aseguraros es que volveré tan pronto como me sea posible, porque al fin y al cabo somos amigos…
Todos se quedaron sorprendidos y sin saber que decir; y fue Max, el más callado de todos, el que sorprendentemente tomó la iniciativa.
- Por supuesto, siempre hemos sido amigos y siempre lo seremos.
- Por cierto ¿cuando te vas?
- Ahora mismo. Había venido para despedirme de vosotros, siento no tener más tiempo, pero los que me van a llevar hasta mi abuelo tienen que partir ya mismo.
- ¿Quienes son? - preguntaron todos al unísono, sorprendidos por tanta compenetración espontánea
- Unos de… - se paró, no podía decir “demonios” porque sería demasiado problemático - unos trabajadores de mi abuelo… eso trabajadores
- No se que querrías decir, pero realmente se te da fatal mentir – se rió Bell, provocando que al final todos acabasen riendo juntos dándole una agradable despedida a su compañero.
Tras despedirse de todos, Hitomaru cogió su mochila y se marchó al lugar de encuentro con Shissuss, el descampado en donde había aparecido el misterioso yunque. Pensando que nadie le seguía, Hitomaru llegó a su destino, allí le esperaban los tres demonios. Shissuss sin embargo si que notaba la presencia de un perseguidor, y en un instante se colocó detrás del intruso que saltó de terror desde los arbustos. Era Kuso.
Hitomaru no podía estar más sorprendido y preocupado, Kuso ya había visto a los demonios antes, y ahora les veía con su amigo, si se lo contaba a alguien es posible que nunca más le volviesen a dirigir la palabra en la villa e incluso puede que sus padres adoptivos se viesen marginados por ello. Tenía que idear un plan, pero ninguno parecía efectivo, así que sin más ocurrencias y con los nervios de la situación decidió que lo mejor y más sencillo sería contarle todo lo que le pasó el día anterior.
Kuso escuchó toda la historia como malamente pudo, pues el pánico que le provocaban los tres demonios le estaba consumiendo. - ¿Es todo eso verdad?
- Te lo juro. Todo lo que he dicho es verdad, y dudo mucho que estos demonios tuviesen algo que ver con el antiguo ataque a la villa, o al menos eso espero…
- No… no se si podré creerlo del todo… pero has sido mi amigo desde siempre… creo que… creo que podré confiar en tu palabra.
- Lo más importante es que no le cuentes nada de esto a nadie, ¿de acuerdo? Si lo hicieses seguro que tendría problemas cuando vuelva, y mis padres adoptivos también podrían tenerlos.
- De… de acuerdo, lo guardaré en secreto.
- ¿Amigos para siempre?
- Amigos para siempre
Kuso volvió a la villa, y Hitomaru se disponía a marchar, pero sus tres guías no avanzaban, al parecer todavía tenían algo que hacer allí.
Capítulo 6
Capítulo 6: Comienza el viaje
- Spoiler:
- Ninguno de los tres demonios mostraban ninguna intención de partir. Al parecer, aún quedaba algo que hacer allí.
- ¿Qué sucede? ¿Por qué no avanzamos?
- Hay algo que debemos comprobar antes de partir - dijo Shissuss, mientras señalaba el yunque -. Tienes que golpear el yunque con un martillo.
- ¿Golpear el yunque con un martillo? ¿Qué vais a comprobar con eso?
- El hecho de que seas realmente el hijo de Kálzar. Si así es, el yunque reaccionará.
Lo que decía Shissuss no tenía mucho sentido, pero a Hitomaru no le quedaba más remedio si quería comenzar su viaje, así que buscó un martillo entre las cosas de su mochila pensando en que debería volver para cogerlo de casa, pero finalmente y para su sorpresa dio con uno, como si sus padres ya supiesen de antemano lo que debía hacer y esto no hacía sino inquietar aún más a Hitomaru. No era demasiado grande, ni siquiera era un martillo para trabajar la herrería pero era un martillo al fin y al cabo. Hitomaru se acercó al yunque, lo observó y tras pensárselo durante unos segundos golpeó.
Un sonido seco, eso fue todo lo que sucedió hasta que, de pronto, el yunque empezó a temblar. Hitomaru se disponía a apartarse, pero tropezó y cayó sobre su espalda. Justo en ese instante el yunque empezó a ser rodeado por un aura de tonos oscuros mientras temblaba más y más fuerte hasta que finalmente el yunque empezó a descomponerse dentro de ese mismo aura como si lo estuviese devorando. Cuando el yunque finalmente acabó consumiéndose el aura oscuro salió dispara al cielo para volver a caer justo sobre el martillo que había usado Hitomaru sobre el yunque. El símbolo que tenían tanto el yunque como su hombro empezó a surgir en la cabeza del pequeño martillo. Shissuss se mostraba satisfecho, su viaje no había sido en vano.
Shissuss y los otros dos demonios comenzaron a caminar, hasta que Hitomaru les gritó que parasen, buscaba respuestas, quería saber que había sucedido, pero la solución a sus preguntas tendría que esperar pues los demonios insistían en comenzar el viaje para llegar cuanto antes a su destino.
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Kuso volvía a la aldea con la esperanza de poder mantener el secreto y preocupado por su amigo. Tan ensimismado en sus pensamientos estaba, que no fue capaz de notar la presencia de Rose, que se fue acercando lentamente a él.
- ¡KUSO!
El grito fue tan fuerte y repentino que provocó un enorme susto a Kuso, de tal calibre que este cayó al suelo sintiendo como si su corazón fuese a salírsele del pecho. Kuso giró la cabeza para ver a Rose antes de acabar inconsciente en el frío suelo. La marcha de Hitomaru, los demonios y ahora el grito de Rose, eran demasiadas emociones para alguien tan paranoico como él.
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Acababan de dejar atrás el último de los campos de cultivo de la aldea, cuando los cuatro viajeros detuvieron su paso. Shissuss señaló una especie de cueva entre los árboles próximos hacia la que se dirigieron. La entrada de la cueva se mostraba amenazante dando la apariencia de una temible boca, donde las piedras de su base daban la apariencia de grandes colmillos y los árboles de su alrededor parecían enormes brazos dispuestos a empujar al intruso hacia el estómago de la ilusoria criatura. Gracias a estas extrañas formas a esa cueva se la conocía como “la Boca del Diablo”, en toda la región. Ya dentro de la cueva, los cuatro siguieron avanzando hasta llegar a una enorme caverna a la que se conocía como “el Estomago del Diablo”, siguiendo la misma denominación que la entrada. Esta caverna tenía un gran tamaño, el agua corría por la cavidad como si fuesen pequeños ríos uniéndose en un lago en el mismo centro de la cueva, el techo por su parte mostraba enormes estalactitas que se alargaban enormemente, algunas hasta el punto de unirse con sus hermanas estalagmitas para formar grandes pilares tan tétricos como hermosos.
Justo en el centro de la cueva, al borde del pequeño lago, Shissuss se detuvo. - Bien, aquí podremos descansar un poco y de paso responderte a algunas de tus preguntas.
Hitomaru se sentía ligeramente esperanzado, no sabía por donde empezar a preguntar, pero no le hizo falta decidirse pues el demonio lagartija, que respondía al nombre de Reptus, había empezado a hablar.
- Como ya te dijimos, la prueba de antes fue para comprobar si eras legítimo hijo de Kálzar, y nieto de nuestro señor. El yunque ha demostrado que así es, ya que se ha unido al martillo con el que le golpeaste.
- ¿Qué hubiese sucedido si no fuese hijo de Kálzar?
- En ese caso, el aura oscura del yunque te habría atravesado el corazón. Era una medida de seguridad.
Hitomaru se quedó perplejo y con un comprensible cabreo le gritó - ¡¿Medida de seguridad?! ¿Pero en qué demonios estáis pensando?
- Eso no importa ahora - le interrumpió Shissuss.
- Está bien, eso ya no es importante, pero quiero que me respondas a algo Reptus.
- Tú dirás.
- ¿Por qué ese aura oscura se unió a mi martillo?
La respuesta no se hizo esperar, más bien era algo que Reptus esperaba contarle cuanto antes. Según su explicación, cuando el yunque fue consumido por ese aura oscura, su poder se concentraba en esta y al unirse el aura con el martillo este último adquiría todos los poderes del demoníaco yunque, los cuales permitían entre otras habilidades forjar prácticamente cualquier arma sin necesidad de un soporte donde golpear, claro está tras un entrenamiento previo y a eso era a donde quería llegar Shissuss. Shissuss al igual que Huro, era un forjador de armas y le aseguró a Hitomaru que le instruiría sobre el uso del martillo durante su viaje. Pero ya se hacía tarde, era mejor empezar a descansar para continuar el viaje más tarde.
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Una extraña niebla rodea toda mi visión, un momento, no… no es niebla… esto es… es humo, es ¡FUEGO!, todas las casas están ardiendo, Aquirón esta en llamas. Las llamas empiezan a rodearme, no puedo ver nada más que fuego… Un momento, eso es un camino entre el fuego. Cruzó rápidamente el camino rodeado de las temibles llamas, un momento… no puedo irme así, ¿y si mis amigos están todavía allí? Me giro, y allí están. Son Hitomaru y los otros tres… son los demonios que le acompañan. No hay de que preocuparse, me dijo, pero yo no le creo, temo por él. Empiezo a correr hacía allí pero las llamas me cierran el paso, no puedo seguir, los demonios se le llevan… ¡No te vayas con los demonios! ¡Hitomaru! ¡No te vayas con ellos!
- ¡No te vayas con los demonios, Hitomaru!
Solo era una pesadilla, pensó Kuso aliviado, pero poco le duró cuando al levantar la mirada se vió rodeado de todos sus amigos. ¿Lo habrían oido? pensó. Kuso esperaba con todas sus fuerzas que todo se hubiese quedado en el sueño, que no hubiese dicho nada sobre Hitomaru y los demonios, pero las caras de los demás le decían lo contrario, le decían que había abierto su bocaza demasiado, pero no quería arriesgarse.
- Va… vaya, ¿como todos por aquí? Jajajaja… - su risa terminó siendo un vano intento por desviar la atención a su anterior frase
- ¿Qué has querido decir con Hitomaru y los demonios? - preguntó Satoshi
- ¿Hitomaru? ¿Demonios? No se a que te refieres…
- Lo que dijiste hace un momento
- Aahh, eso. Solo era una pesadillla, naa… nada importante.
Rose se avalanzó delante suyo - ¿Seguro qué no era nada importante, Kuso? - su cara era demasiado alegre, una expresión a la que Kuso tenía mucho miedo, ya que significaba que Rose iba a presionarle a torturarle mentalmente hasta que soltase toda la verdad. Rose podía ser muy protectora con Kuso, pero fuese sincero con ella. Con la siguiente pregunta Rose cambiaría su expresión para ser más agresiva como si de un interrogador especializado se tratase.
- Por supuesto, no es nada importante, Rose.
Y por fin sucedió, la expresión de Rose cambió mostrando una gran sonrisa a la par que una mirada terrible con la que parecía que le atravesase el cuerpo, y comenzó a preguntarle, primero despacio y según pasaba el tiempo de forma más acelerada y abusiva. Kuso intentó futilmente desviar la conversación, huir, acallar las preguntas y tantas otras cosas como se le ocurrían para evitar decir la verdad, pero finalmente no pudo más y se rindió a lo evidente confesando toda la verdad, a la vez que pedía perdón a todos incluido a Hitomaru.
La historia no tenía sentido, pero los interrogatorios de Rose siempre daban resultado sobre Kuso, así que debía ser cierta. No podían creer que Hitomaru se fuese con unos demonios, y considerando que era demasiado peligroso para él decidieron que debían acompañarle, al menos algunos de ellos, así que comenzaron a organizarse.
Tras pensarlo detenidamente llegaron a la conclusión de que los más adecuados para perseguirle eran Bell, la que más posibilidades tenía de traerle de vuelta, Kuso, que se sentía en la obligación de pedirle perdón y que era el más fuerte, y Roger que como autoproclamado líder se sentía en el deber de velar por la seguridad de sus compañeros y de paso mantener su orgullo en un pedestal. Los demás debían hacer lo posible para que sus padres no se preocupasen demasiado al menos durante unos días. Cogieron unos sargos, una especie de lobo amaestrado de gran tamaño, para montar y poder ir más rápido, unos cuantos alimentos y bebida para el camino y armas para protegerse.
Así pues los tres comenzaron su viaje en busca de Hitomaru.
—————————
Tras un pequeño descanso, Hitomaru y sus acompañantes se preparaban para seguir su camino. Sin embargo, cuando estaban terminando los preparativos alguien empezó a acercarse. Los pasos eran fuertes el sonido atronador y tras unos segundos de espera apareció el causante, era un ogro. Cargado con un gran mazo, el ogro se avalanzó hacia Hitomaru como una bestia hambrienta y no era para menos pues ahora él se había convertido en su presa, en su próxima comida.
Capítulo 7
Capítulo 7: El Ogro
- Spoiler:
- La criatura avanzaba hacia su presa. De unos cuatro metros de altura y cargado con un gran mazo de madera e hierro, la enorme criatura tenía un aspecto amenazador. Su piel carcomida, por el tiempo y la falta de higiene, estaba llena de cicatrices y heridas de diversos tamaños, mientras de su cabeza crecía una larga melena de cabellos oscuros enredados entre sí y llenos de mugre y suciedad. Su cuerpo apenas estaba cubierto por un taparrabos y un pequeño chaleco cuya tela bien podría haber sido antaño la piel de otras tantas de sus víctimas. Sus pies descalzos eran desproporcionalmente grandes y se notaba la falta de algún dedo, seguramente perdido durante una pugna contra otros de su especie. El enorme mazo cuya cabeza estaba ya muy deteriorada, mostraba sin embargo un mango bastante nuevo en su comparación, seguramente sustituido tras romperse el anterior.
El ogro se mostraba hambriento y su presencia hacía temblar toda la cavidad de la cueva.
La gigantesca criatura lanzó su ataque contra sus presas y golpeó con el martillo, pero el ataque de nada le sirvió ya que los rápidos reflejos de su comida les alejaban del peligro. Shissuss había agarrado a Hitomaru antes de esquivar el ataque, pero no parecía interesado en derrotar al ogro aún.
- Usa el martillo - le dijo Shissuss
¿El martillo? ¿A que se refería?, los pensamientos de Hitomaru no encontraban lógica ninguna. El mazo del ogro mediría por lo menos tres metros y el suyo apenas servía para clavar puntas en una tabla de madera, por no hablar de la diferencia de fuerza entre ellos. Hitomaru ignoró a Shissuss e intentó huir del ogro tan buenamente como pudo.
Verle correr era lo que Shissuss menos deseaba, era una vergüenza para su familia, pero al fin y al cabo aún no sabía nada sobre los nuevos poderes de ese martillo. Así pues Shissuss le pidió a sus compañeros que entretuvieran al ogro mientras él se encargaba de Hitomaru.
- ¡Hitomaru! - gritó el demonio - No puedes seguir huyendo, debes combatir y ese martillo es tu mejor arma si aprendes a utilizarlo.
- Es imposible - respondió Hitomaru mientras el miedo a ser devorado le hacía seguir corriendo -, su mazo es diez veces mayor que este ridículo martillo, con la espada tendría más posibilidades, y aún así seguirían siendo ninguna.
- Debes golpear el martillo contra un objeto metálico, como tu escudo.
- ¿Pretendes que llame su atención para que me coma a mí?
- ¡Tú hazlo! - Shissuss se mostraba amenazador, más incluso que el ogro.
Hitomaru se giró y sin ninguna esperanza se dispuso a golpear su escudo con el martillo, cuando de pronto, el ogro lanzó una piedra hacía los demonios que tras esquivarla la pusieron sin quererlo en la trayectoria de Hitomaru. La piedra cayó a pocos metros de él, lo justo para no herirle pero lo suficiente para desarmarle y tirarle al suelo, con el correspondiente sonido que provocaron tanto el escudo como el martillo al chocar con la piedra. El ogro le vio y tras un certero golpe apartó a los dos demonios que le cortaban el paso para lanzarse a por su primera presa de la noche.
La alegría del ogro no duró mucho, Shissuss detuvo su ataque con una facilidad asombrosa justo antes de que agarrase a su protegido. Las manos de Shissuss mantenían al ogro aprisionado bajo una fuerte y poderosa llave, mientras apuntaba a su cuello. El ogro paralizado por tan fortuito ataque intentaba soltarse sin éxito.
- Hitomaru - dijo Shissuss -, coge el martillo y el escudo y prepárate para golpearlos cuando te lo ordene.
- S… si… - respondió, aún aturdido por el golpe y sorprendido por la fuerza de su compañero de viaje
Hitomaru agarró las herramientas y se colocó frente al ogro. En ese momento Shissuss soltó al monstruo que se dispuso a recuperar su mazo.
- Preparate - le advirtió Shissuss - golpea justo cuando alce su mazo, y ¡no falles!
Hitomaru se mostraba decidido a no fallar, la fuerza y habilidad de Shissuss le habían convencido de que debía confiar en él. El ogro agarró su mazo, se dispuso a alzarlo, pero en ese instante una extraña linea surcó su brazo.
La sangre empezó a saltar por todos lados mientras el brazo del ogro caía junto con su arma. La bestia se echó su mano al gigantesco y limpio corte que acababa de recibir, mientras se giraba en busca de su atacante, solo para encontrarse con que una especie de cuchillo se había clavado debajo de su barbilla. A continuación una cadena que estaba unida al cuchillo se tensó hasta que logró tirar del mismo para atravesar así la cabeza del ogro. El ogro cayó al suelo ausente ya de todo signo de vida.
Shissuss se mostraba preocupado, ¿quién era el causante de esto? y lo más importante que se cuestionaba era el porqué no había percibido antes su presencia. Tras buscar por toda la caverna finalmente le encontró. Era una figura del tamaño y proporciones de un humano, cubierto hasta los ojos con una ropa similar a la de los que atacaron la casa de Hitomaru.
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El ogro cayó, la misión había sido completada. Como siempre el resultado era un éxito para el habilidoso Hanzo, uno de los mejores asesinos de la Sociedad de la Luna. Sin embargo, el individuo que había tumbado al ogro hacía un momento parecía extremadamente fuerte, demasiado para ser un humano normal, Hanzo no tenía dudas al respecto, se trataba de un demonio.
- Uno, dos, tres - contaba Hanzo -. Tres demonios y… ¿un chico humano? Un momento.
Hanzo había visto la cara del muchacho antes, fue durante la entrega de misiones por parte del consejo. En aquella ocasión, Hanzo se había adelantado para poder observar los objetivos de sus compañeros, y la cara del muchacho aparecía como uno de los objetivos a eliminar. Su verdugo debería haber sido Del-Krin, pero seguramente la aparición de demonios le hizo abandonarla. - Cobarde - pensó Hanzo, ya que a él no le asustaba tener que enfrentarse a unos demonios, es más, si lograba derrotarles podría ascender rápidamente en la organización.
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La Sociedad de la Luna. No cabía duda de que ese personaje debía de ser un miembro de la organización de asesinos. Shissuss estaba ligeramente aliviado, el humano no debería tener posibilidades contra ellos, pero el hecho de que les encontrasen tan rápido podría ser un inconveniente. Shissuss sabía que lo más seguro era que ese asesino persiguiese al ogro, pero ¿y si no fuese así?
En ese momento el asesino alzó su brazo y lanzó su arma sobre la caverna formando una especie de hoz. Shissuss no podía creerlo, intentaba sepultarles vivos cortando las estalactitas sobre ellos. No había tiempo que perder, agarró a Hitomaru y junto con los otros dos demonios corrieron hacia el lago mientras las columnas de piedra caían tras ellos. Sin perder tiempo, el tercer demonio, Balsar, pronunció una frase en una extraña lengua apuntando con sus manos al centro del lago, del que no tardo en surgir una superficie plana similar a una barca, pero de piedra. Los tres demonios se lanzaron sobre la roca, cuando varias figuras aparecieron por la entrada de la cueva.
- ¡No es posible! - la sorpresa de Hitomaru era mayúscula
Capítulo 8
Capítulo 8: Salida del estómago
- Spoiler:
- Los sargos avanzaban veloces atravesando los campos, junto a sus jóvenes jinetes. Gracias a su gran olfato podían seguir cualquier rastro y eso era lo que hacían seguir el rastro de Hitomaru.
En la lejanía se alcanzaba a ver el final de los campos de los que se encargaba la aldea, y después los bosques. Los sargos no tardaron en frenar su avance hasta detenerse frente a la conocida como “la Boca del Diablo”, una gruta de aspecto amenazador que era conocida en toda la región. Sin embargo había algo extraño, la tierra de los alrededores parecía machacada hacía poco, como si un gigante hubiese atravesado la zona y acabase entrando en la cueva. De repente oyeron un golpe que procedía de la gruta.
- ¿Habéis oído eso? - Kuso se mostraba bastante asustado - Creo que deberíamos alejarnos cuanto antes…
- Que raro que tengas miedo - afirmó Roger -, pero no tienes de que temer para eso estoy yo aquí, para encargarme de vuestra protección como vuestro líder que soy.
- Si tantas ganas tienes ¿por qué no entras tú primero? - le increpó Bell
Roger cambió su cara pensando en como responder sin parecer un cobarde, pero Bell se adelantó.
- Lo mejor será que entremos todos a la vez.
- Pe… pero y ¿s…si hay algo ahí?
- Si hay algo ahí, Hitomaru podría estar en peligro, porque el rastro ha llevado a los sargos hasta aquí.
Tras aceptar sus argumentos entraron, Roger el primero para intentar mantener su liderazgo y que nadie viese su cara de miedo, y tras él Bell y Kuso, que era vigilado por su compañera para evitar que saliese huyendo por el miedo.
Los golpes se sucedían uno tras otro, más fuertes según se acercaban, hasta que dejaron de oír nada a pocos metros de la caverna conocida como “el Estómago del Diablo”. Parecía que lo que fuese que estuviese ocurriendo dentro había terminado, pero en ese instante se empezó a escuchar un gran estruendo como si la cueva se estuviese hundiendo sobre si misma. Los tres aceleraron su avance hasta llegar al Estómago. No podían creer lo que veían sus ojos. Decenas de estalactitas caían al suelo como persiguiendo a otros cuatro personajes, y uno de ellos era Hitomaru.
—————————
Hitomaru no se lo creía, tres de sus amigos estaban a la entrada de la caverna montados sobre unos sargos. Ya sobre la balsa de piedra, Balsar creó un escudo mágico sobre ellos para frenar y pulverizar las piedras que caían.
- ¡Bell! - gritó Hitomaru
- Debemos marcharnos ya - insistió Shissuss, mientras preparaba un conjuro
- No nos iremos sin ellos - Hitomaru señaló a sus amigos -, si tú no les vas a ayudar, lo haré yo.
Hitomaru se dispuso a saltar de la balsa, pero Shissuss le agarró antes de que lo lograse. No sabía que hacer, Hitomaru estaba dispuesto a volver a intentarlo, así que Shissuss decidió llevarles con ellos. Shissuss ordenó a Reptus que les trajese mientras él se encargaba del asesino. Rápidamente Reptus alcanzó a los tres compañeros y les agarró mientras volvía a la balsa. Mientras tanto Shissuss comenzó a atacar al asesino alejando su mirada de Hitomaru; golpe tras golpe todos los ataques eran esquivados por el demonio aunque también sucedía lo mismo con el cazador que seguía lanzando rocas sobre el escudo de sus presas. Reptus alcanzó finalmente la balsa y los sargos le siguieron después. Cuando se aseguró de que estaban todos a salvo Shissuss dio un fuerte golpe al asesino con el que le lanzó contra la pared, y aprovechándolo volvió a la balsa mientras recitaba un conjuro. Al terminarle y ya dentro del escudo de Balsar una burbuja les cubrió a todos y la balsa se hundió en el lago.
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El golpe había sido brutal, y Hanzo perdió toda posibilidad de contraatacar. Sin poder hacer nada vio como su nuevo objetivo se hundía en el lago de la gruta, había logrado escapar. Hanzo bajó al suelo, arrancó una parte del cuerpo del ogro, suficiente para poder confirmar su éxito en la organización, y se marchó.
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